Martes, 10 de abril de 2012

La tinta sobre la piel es tan efímera como las caricias, como los abrazos, como los besos furtivos robados a cualquier doncella en mitad de la nada.
Caricias, abrazos y besos, aquellos elementos que cuando se tienen pueden llegar a cansar y cuando faltan necesitas por encima de todas las otras cosas.

Quizás no sean más que instantes diminutos de contacto humano, pero son esos instantes los que son capaces de cambiar de opinión (¡E INCLUSO DE POSTURA!) a cualquier persona. No necesariamente tienes que estar enamorado, es más... ¿hay algo más bello que las caricias o los besos deseados?
Sobretodo los besos. Porque no es lo mismo besar rutinariamente a alguien que rozar los labios con alguien que de alguna forma está prohibido, entonces se produce una pequeña chispa, que no es la misma que las mariposas que sientes cuando te enamoras, esa chispa es vitalidad, es fuerza, es lujuria y pasión.

Pasión, ¿cuánta gente puede llegar a morir en vida por apasionarse con otro alguien?
Cuando la pasión agarra la mano de la lujuria, es entonces cuando las relaciones se intensifican, se convierten en fantasías casi idénticas a los sueños.

Sueños en los que las efímeras imágenes de los deseos se personifican y puedes casi llegar a rozarlos con las yemas de tus propios dedos. Hasta que despiertas para, desgraciadamente, darte cuenta que sólo ha sido una jugarreta de Morfeo, y que allí estás en medio de tu cama, soñoliento y deseoso de volver a ver a la persona culpable de tus locuras nocturnas.




S.

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