Musas.

Empiezo a olvidar la última vez que estuve inspirada de verdad, inspirada como para no escribir cualquier tontería, como para no vomitar uno de esos muchos deshechos mentales que conforman mis recuerdos y mi imaginación.
Quizás eso no tenga una justificación demasiado clara, quizás ni tan sólo la tenga; aunque me veo capaz de atribuir mi falta de inspiración a mi falta de sueño, o de sueños. Hace demasiadas noches que soy incapaz de soñar, mis noches pasan en la oscuridad de mi habitación, paso las noches sentada en uno de los rincones de mi Alma, tarareando alguna melodía que haya marcado la jornada y cavilando sobre todas esas muchas cosas que escondo dentro mío.

Las musas me inspiran poco, o mucho, pero nada que pueda ser sacado de mi mente. ¿Dejaré de ser tan estúpida en algún momento y sacaré de dentro lo mucho que escondo?
Hay cosas que, simplemente, prefiero no sacar a pasear, por miedo, quizás, a que salgan del papel y lo confiesen todo ellas solitas.

Algún día, algún día me prometo ser capaz de escribirlo todo, de dejar correr las palabras entre mis manos. Mientras las guardaré en la intimidad de mis sábanas.

Ahora por ahora toca limitarse a disfrutar de los pequeños placeres que brinda la vida, que diariamente hacen que todo esto sea un poquito más divertido y especial, si es que puede ser especial el inexistente placer de disfrutar aquello que no existe.

Acabaré volviéndome adicta, o aún más adicta de lo que soy, a la imaginación. Esa que me permite hacer todo lo que mi estupidez y mi tontería me impiden llevar a cabo.



Si es que debo dejar de quemarme tanto por dentro que acabaré siendo incandescente.

Sam.

Musta enkeli, Samael.

¿Quién fue el estúpido que dijo que lo prohibido está mal?
A veces me gustaría plantarle cara y preguntarle por qué los mejores placeres son considerados pecado, por qué si sonrío estoy pecando, por qué no debiera yo pensar en fundirme en sus manos...

Quizás porque en esta vida es más fácil detenernos antes de ser felices, no actuar y resguardar nuestros reflejos. Pero, ¿quién prefiere lo fácil, sabiendo que lo difícil acaba mejor?

Sé cuan peligroso puede ser posar una mano en el infierno de Lucifer, acariciar los pechos de Asmodeo... Un ángel debería saber que incluso Samael puede quemarse con sus propias llamas.


Pero aún así, sin lo prohibido nada de esto sería divertido.
"Ata tus tentaciones, y tan sólo conseguirás alimentar el fuego."


Sam.
"Puedo resistir todo, excepto la tentación."


y empiezo a sentirme demasiado tentada.


S.

Storm.

Sus pasos eran lentos bajo una noche cálida de tormenta. Extrañamente sus andadas les llevaron a dónde meses antes habían compartido algo, o quizás no era tan extraño y, simplemente,  había sido provocado.

Hay noches extremadamente extrañas, y esa lo era: Un juego loco, un paseo iluminado, un faro encendido por la efímera explosión de los relámpagos...
Los pensamientos era mejor guardarlos, bajo llave, de tal forma que nada ni nadie pudiese nunca descubrirlos, mas alguien quería tener esa llave... ¿Quizás no era consciente que poseer esa llave implicaba mucho más que ser un sereno de sentimientos?


Si pudiese tener un poder, quisiera poder leer la mente de otra gente.
Pero sólo a ratos, cuando yo decidiese... Querría tanto saber qué piensa...


Un faro iluminado por la lluvia y las mentiras.


Sam.
A ti, que tanto lo insistes. Una nueva inspiración...

Nada.

"Me parece que de nada vale correr si siempre ha de irse por el mismo camino, cerrado, de nuestra personalidad. Unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, y otros para mirar la vida. Yo tenía un pequeño y ruín papel de espectadora. Imposible salirme de él. Imposible libertarme. Una tremenda congoja fue para mí lo único real en aquellos momentos..."

No podemos luchar contra aquello que no está en guerra.

S.

Rendez-vous.

Las tardes se alargaban como consecuencia de la llegada del verano, el Sol brillaba más poderoso y alargaba sus rayos entre los huecos de luz de la persiana de la habitación de Lucía, ella se encontraba semidesnuda en su cama, por lo que la luz se proyectaba en su morocha piel agitanada.
Estaba despierta mas no dejaba de pensar en lo sucedido aquellos últimos meses. Su vida, nunca fácil, había tomado un camino inesperado, por sendas que nunca había tanteado, y caminaba, descalza e insegura, por un frío espacio infinito en el tiempo.

Llevaba meses perdida entre el perfume de aquella que un día la hizo dudar, y, a pesar de negarse rotundamente, estaba haciéndose cada vez mas débil ante aquella fragancia que llenaba cada poro de su piel.
Notó el calor que le causaba el abrazo del Sol y, levantando con gracia su pequeño cuerpo, abrió aquel cristal que vedaba el paso del viento. Sintió un escalofrío, mitad placer mitad enojo, recorriendo uno a uno los milímetros de su erizada tez.

Cuando regresó a su lecho de sueños sus párpados habían empezado a pesarle, y, cubriendo sus pechos con la sábana, se rindió ante el sexo del atardecer.
Morfeo le esperaba en forma de mujer para brindarle besos prohibidos. Aquella mujer, la misma que le hacía perder el control de su mente cada día, tenía preparado un secreto que confundiría aún más a Lucía.
Cada vez que se acercaba a ella, la gitana sentía revolucionarse sin ser capaz, ni querer, evitarlo.

Por una vez dejó a su mente actuar libre, sin evitar ningún acto, y se descubrió a si misma recorriendo con caricias el torso de su amada amante nocturna.

Al despertar sabía que se encontraba de nuevo en la soledad de su habitación, tan sólo la acompañaba la brisa que había destemplado su ser y la sensación de haber soñado con el deseo personificado en dama.
Una pequeña risa de escapo de sus labios, le divertía tanto el juego que su propia mente había inventado...



S.