Había llegado el momento del gran cambio, tras muchos meses Atena había decidido que todo lo que le impedía seguir adelante debía acabar.

Era diciembre, el más frío de los muchos años que acumulaba en sus espaldas. Debía luchar y para ello debía estar bien preparada, por eso practicaba sin cesar con su plateada espada.

Tenía decidido el día, y eso la asustaba, pero su espíritu agresivo no iba a detenerse por esa debilidad.
Llegada la medianoche se produciría el cambio, su última metamorfosis, un eclipse que la detendría en el tiempo.

Definitivamente su piel se cubriría de pelo rojizo, sus ojos pasarían a ser azabaches oscuros, sus frágiles manos canela serían garras afiladas y de sus rojizos labios dulces asomarían dos marfiles blancos como su diosa Luna.

Atena dejaría de ser mujer, un eclipse nocturno detendría definitivamente su reloj, y su naturaleza, al fin, sería  la de una bella y libre loba.



A esa mitad loba mitad musa,
[y a un Baco moderno de clases inspiradoras]
Por decidir que debía ser AHORA,

Sam.
Allí no hubo príncipes ni princesas,
tampoco reyes o reinas.
Éramos demasiado adultos para
cuentos de niños, y demasiado
niños para cuentos de adultos.

Nuestra historia quizás se había
escrito muchas más veces, pero
nosotros decidimos reescribirla,
seríamos los protagonistas,
debía ser así.

El final no fue feliz, ni tan
sólo comimos perdices. Mas
no podemos quejarnos, nuestro
nudo llegó a ser perfecto.

y... ¿Quién necesita desenlaces?


Sam.