Lunes, 06 febrero 2012

El texto que podrán leer a continuación puede contener vocabulario explícito y degradante. No me hago responsable.


01.

Aquella noche Ruth se sentía más sola de lo normal. Habían pasado prácticamente dos meses desde la última vez que su piel fue acariciada por las manos de Priscila.
Priscila, Pris... "Pé", como a ella le gustaba llamarle.
Habían sido amigas desde que apenas conocían sus cuerpos, y tal y como crecieron fueron experimentando los cambios.
Ruth se había desarrollado un año antes que Pé, y ese suceso fue el que desencadenó su relación.

Una tarde, estaban, como cualquier otro día, estudiando juntas. La casa de Ruth era el mejor lugar para estar, pues sus padres apenas iban, y si lo hacían era sólo para dormir.

Tendrían apenas doce años, eran dos crías cansadas de estudiar. Un comentario casual por parte de Ruth provocó el interés por parte de Pé.

Apenas media hora después las manos de las dos amigas recorrían el cuerpo de la otra, se besaban como habían visto en cientos de películas. Aunque en las películas nadie les había dicho que con los besos puedes sentir esas extrañas cosquillas.


El sonido del teléfono sacó a Ruth de sus recuerdos, no necesitó ni mirar el número, sabía que era ella; Priscila.
En menos de un cuarto de hora la melena morena de Priscila ondeaba al subir corriendo las escaleras del piso de Ruth. Al encontrarse frente a frente sus labios se unieron y volvieron a sentir el Mundo detenido.

No necesitaron palabras, tampoco gestos, sus cuerpos actuaban por ellas, y cuando quisieron notarlo estaban bajo las lágrimas calientes de la ducha.
Siguieron besándose, no les importaba desgastar sus labios. Las manos de Priscila acariciaron el cuello de Ruth, se deslizaban resbalando con el agua en dirección a los pechos dorados de su amante, decidió no acariciarlos, prefirió bendecirlos con besos. Sus yemas, en cambio, siguieron su rumbo perdido con destino orgásmico.
Posó su mano sobre el sexo húmedo de Ruth, no necesitaba más que rozarlo para saber que las dos deseaban por igual que sus dedos se perdiesen en ese interior prohibido.
Bajo el agua los gemidos se convirtieron en gritos para acabar muriendo en forma de orgasmos...





Sam.

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