Rendez-vous.

Las tardes se alargaban como consecuencia de la llegada del verano, el Sol brillaba más poderoso y alargaba sus rayos entre los huecos de luz de la persiana de la habitación de Lucía, ella se encontraba semidesnuda en su cama, por lo que la luz se proyectaba en su morocha piel agitanada.
Estaba despierta mas no dejaba de pensar en lo sucedido aquellos últimos meses. Su vida, nunca fácil, había tomado un camino inesperado, por sendas que nunca había tanteado, y caminaba, descalza e insegura, por un frío espacio infinito en el tiempo.

Llevaba meses perdida entre el perfume de aquella que un día la hizo dudar, y, a pesar de negarse rotundamente, estaba haciéndose cada vez mas débil ante aquella fragancia que llenaba cada poro de su piel.
Notó el calor que le causaba el abrazo del Sol y, levantando con gracia su pequeño cuerpo, abrió aquel cristal que vedaba el paso del viento. Sintió un escalofrío, mitad placer mitad enojo, recorriendo uno a uno los milímetros de su erizada tez.

Cuando regresó a su lecho de sueños sus párpados habían empezado a pesarle, y, cubriendo sus pechos con la sábana, se rindió ante el sexo del atardecer.
Morfeo le esperaba en forma de mujer para brindarle besos prohibidos. Aquella mujer, la misma que le hacía perder el control de su mente cada día, tenía preparado un secreto que confundiría aún más a Lucía.
Cada vez que se acercaba a ella, la gitana sentía revolucionarse sin ser capaz, ni querer, evitarlo.

Por una vez dejó a su mente actuar libre, sin evitar ningún acto, y se descubrió a si misma recorriendo con caricias el torso de su amada amante nocturna.

Al despertar sabía que se encontraba de nuevo en la soledad de su habitación, tan sólo la acompañaba la brisa que había destemplado su ser y la sensación de haber soñado con el deseo personificado en dama.
Una pequeña risa de escapo de sus labios, le divertía tanto el juego que su propia mente había inventado...



S.

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