Fue en las noches de insomnio cuando
empecé a volverme loca. Cuando tuve que empezar a aceptar que, por
mucho que no quisiera aceptarlo, no podía controlar mis sentimientos
como si fuese un ordenador.
Entonces me rendí, acepté que no
podía controlar lo incontrolable, y acepté que, quizás, iba a
acabar como otras veces: apostando por un imposible y llorando por no
alcanzarlo. Pues, al fin y al cabo, no tenemos el control sobre todo.
Pero tras la tormenta sale el sol, y
tras las lágrimas volvió aquel sentimiento de ser capaz, volvió la
ilusión por las cosas.
Quizás no voy a poder olvidarte, no por ahora. Pero será mejor dejar de verte como lo que no es.
Es hora de abrir las ventanas de mi Alma, y ventilar este ático que empieza a oler a cerrado.
Dejemos atrás la oníria.
Sam.